A veces se me olvida este mundo. Se me olvidan sus gentes, sus gritos, las lágrimas. Mañana no viene tan seguro el camino, ni hoy y las puertas quizá ya estaban cerradas desde antes. A veces pienso en el aire, en ser viento entrando por los pulmones de todos, pero inmediatamente soy tierra, tan húmedo y quieto que los pies se me cansan. No es verdad que miro desde lejos el movimiento, no, no lo es; estoy aquí, tapado en esta manta, con frío en todas partes y arriba no hay nada más que cielo y nubes (gente, tal vez). Cuando me pasa así no queda más remedio que llorar, calentarme un poquito las manos y volver al río, a lo mejor el sol me queme tanto que vuele evaporado.
jueves, 26 de mayo de 2011
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